1 de Enero 2004

el espejo del diablo y sus añicos

I

La historia del espejo del diablo y sus añicos

Cierto día, un duende muy malo, el peor de todos, puesto que era el diablo, estaba muy contento porque había preparado un espejo que tenía la propiedad de que todo lo bueno, bonito y noble que en él se reflejaba desaparecía, y todo lo malo, feo e innoble aumentaba y se distinguía mejor que antes.

¡Era una diablura malvada!

Los paisajes más hermosos, al reflejarse en el espejo, parecían espinacas hervidas y las personas más buenas tomaban el aspecto de monstruos o se veían cabeza abajo; las caras se retorcían de tal forma que no era posible reconocerlas, y si alguna tenía una peca, ésta crecía hasta cubrirle la boca, la nariz y la frente. "¡Esto es lo más divertido de todo!", decía el diablo.

Había algo peor todavía. Si uno tenía buenos pensamientos, aparecía en el espejo con una sonrisa diabólica, y el peor de todos los duendes se reía, satisfecho de su astuta invención. Los alumnos de su escuela -pues tenía una, en la que él era el profesor- decían que el espejo era milagroso, porque en él se podía ver -afirmaban- cómo eran en realidad el mundo y los hombres. Lo llevaron a todos los países y no quedó ningún hombre que no se hubiese mirado en él y que no se hubiese visto completamente desfigurado. Pero los diablos no estaban satisfechos. Quisieron llevarlo al cielo para burlarse de los ángeles; pero cuanto más súbían, más muecas hacía el espejo y más y más se movía, y casi no lo podían sostener. Subieron y subieron con su carga, acercándose a Dios y a los ángeles. El espejo seguía moviéndose; se agitaba con tanta fuerza que se les escapó de las manos y cayó a la tierra y se rompió en más de cien millones de pedazos.

Pero entonces la cosa fue peor todavía, porque había partículas que eran del tamaño de un granito de arena y se esparcieron por todo el mundo, y si caían en el ojo de alguien, se incrustaban en él y los hombres lo veían todo deformado y sólo distinguían lo malo, porque el más pequeño pedazo conservaba el poder de todo el espejo.

Lo terrible era cuando una partícula se incrustaba en el corazón de una persona, porque se convertía en un pedazo de hielo. Algunos hicieron cristales de gafas con los trozos que se encontraron, pero fue espantoso. El que se ponía las gafas veía todas las cosas transformadas en cosas tristes y desagradables y ya no podía ser feliz.

El diablo se desternillaba de risa viendo lo que habían hecho sus discípulos. Se reía tan a gusto que su gordo vientre se agitaba, y no se cansaba de felicitar a sus alumnos.

La historia del espejo del diablo y sus añicos forma parte de La reina de las nieves, de Hans Christian Andersen. copiado de la traducción de Adriana Matons (antología publicada por Editorial Noguer en 1963).

p.s. otro día saco el cava barato para brindar por la inauguración del recetario. no quería empezarlo escribiendo con un diseño tan horrendo pero por otra parte quería empezar hoy a postear (ya que no lo hice antes). lo peor es que tengo que lidiar con un Windows XP recién instalado (con todos sus agujeros de serie, Blaster, Messenger Service...) y la ausencia (por el momento) de Photoshop, Paint Shop Pro, Soulseek, familia Macromedia y todos los programillas de utilidad. tendré que buscar el momento de ponerme EXCLUSIVAMENTE a instalar programas imprescindibles en lugar de divagar.

Escrito por Cordero a las 1 de Enero 2004 a las 08:26 PM
Comentarios

divaga! que para eso has venido al mundo!!

Escrito por neXt a las 5 de Enero 2004 a las 02:12 AM
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